Mi instrumento favorito siempre fue el violonchelo, lo amaba, pero aprendí a tocar violín, porque mi viaje requería poco equipaje. Al regresar entendí que no era lo suficientemente pequeño y cómodo de transportar, entonces aprendí a sacar sonidos del viento tubular, sí, de una flauta, pero al regresar entendí que aún así ocupaba siempre una mano, por lo menos, y quería ir siempre palpando las rocas, la arena, la espuma, la madera, sin dificultad, y ahora, voy por la vida silbando y acariciando siempre el camino con ambas manos, desde entonces, jamás he regresado.
F. Briceño
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